Se tornan naranjas los sueños, los miedos, los deseos,
y nadie cabalga del otro lado, mientras
yacen en vaho las palabras más profundas,
esas que arañan y se exhalan tiñendo de negros los suspiros.
Amanece, y las viejas ranas tristes que nunca
serán príncipes se marchan por la ventana.
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